GALVANIZACIÓN
03 | 2016

Editorial

Confieso que me pasa. Cuando viajo, ya sea por vacaciones o por motivos laborales, que es lo más frecuente, no dejo de escudriñar los elementos de hierro o acero que me encuentro en el camino. Sonrío cuando veo acero galvanizado y me indigno cuando, frente a trazas de desgaste y corrosión, el tinte característico del óxido revela el triste final de la pieza sometida a la atmósfera. Es entonces cuando exclamo: “¡Si hubiese estado galvanizado, no se encontraría así!“.

Unas veces descubro pares galvánicos donde no debería haberlos. Otras, aireación diferencial. Las más de las veces, una inadecuada elección de materiales (o acaso una defectuosa prescripción al subestimar los efectos de la corrosión). En algunas circunstancias, un proyecto magníficamente acabado en sus revestimientos...

La corrosión consume anualmente cerca del 4% del PIB de nuestro país, tanto por costes directos como indirectos. En España, pese a ser el cuarto país europeo en producción de acero galvanizado, solo se galvaniza un 7,5% de la totalidad del acero que se consume. Calculen qué porcentaje corresponde al mantenimiento de las estructuras metálicas en las obras públicas y acaben concluyendo quiénes pagan un coste totalmente innecesario. Nuestros esfuerzos por concienciar a las administraciones públicas (también a las privadas) no van a menguar ni a verse frustrados.

Eso sí, disfruten del número que tienen en sus manos. Contiene ejemplos muy interesantes y una maravilla nacional con aire gallego.

Disfruten del verano.

Javier Sabadell
ATEG