El nuevo Centro Municipal de Servicios Sociales de Móstoles partió con dos fuertes condicionantes: uno, ser un edificio con múltiples espacios idénticos y despachos unipersonales, ubicado en una trama urbana de ensanche, sin condicionantes más allá de los viales y la orientación solar; y dos, enfrentarse a la responsabilidad de asumir un presupuesto ajustado y generar un futuro mantenimiento mínimo.

La estructura de cuatro pisos creó más de 2,350m² de espacio, incorporando 51 oficinas. Un elemento importante del diseño consistió en contrarrestar la forma sólida tradicional de la cáscara externa y adaptar el diseño interno para permitir la creación de espacios abiertos en todo el edificio. Un diseño que tendría que ser optimizado para permitir la máxima penetración de la luz en los lugares más lejanos del edificio.

La implantación se ajustó estrictamente a las condiciones urbanísticas y al volumen máximo construido, al mismo tiempo que el programa de usos del centro se acondicionó para optimizar recorridos y generar un edificio compacto, capaz de permitir un mantenimiento sencillo y nada costoso.

Sobre el primer volumen se practicaron todas las operaciones conducentes a la obtención de un lugar propio y específico para el programa de Servicios Sociales, atendiendo cuestiones diversas como la mejora sobre los usos propuestos, la orientación, etc.

La primera operación consistió en aligerar el volumen mediante la extracción de masa que sirviese para generar espacios exteriores vinculados a las distintas plantas y accesibles tanto como salas de espera al exterior como lugares de esparcimiento para los trabajadores. Estos vacíos verdes representan la seña de identidad del edificio.

La segunda operación consistió en insertar un volumen representativo que reuniese tanto el acceso como la sala multiusos. Ambas piezas se entendían como un único espacio continuo, divisible, con capacidad para que la sala multiusos, de probable baja ocupación, se pudiese incorporar al acceso. Esto se logró haciendo penetrar una luz potente y coloreada desde el gran volumen abierto en el interior. Es este el corazón del proyecto y su imagen.

Una tercera operación envolvió el edificio en una delgada piel reguladora de tramex de acero galvanizado lacado en blanco, de apertura 10x10 cm2 y 10cm de espesor, capaz de generar un colchón térmico que al mismo tiempo evitaba el intrusismo y la visibilidad desde el exterior sin interrumpir la mirada perpendicular hacia el entorno.